En 1970, un terremoto 7.9 Mw desencadenó una avalancha devastadora en el pico norte del Nevado Huascarán, arrasando pueblos enteros en minutos. Este trágico evento marcó un antes y un después en la comprensión de los riesgos geológicos en zonas de alta montaña. ¿Qué podemos aprender de esta catástrofe y cómo entender su impacto hasta hoy?
El 31 de mayo de 1970, un terremoto de magnitud 7.9 Mw localizado en el departamento de Áncash, desencadenó una de las tragedias más devastadoras en la historia de Perú. Una avalancha masiva descendió desde el Nevado Huascarán, enterrando a pueblos enteros como Yungay y Ranrahirca bajo millones de metros cúbicos de roca, hielo y lodo. En cuestión de minutos, más de 18.000 vidas se perdieron, dejando una cicatriz imborrable en la región.
Pero este no fue el primer aviso. Apenas ocho años antes, en 1962, otro deslizamiento exactamente en la misma ubicación ya había alertado a la población y a los científicos sobre la fragilidad del terreno. Aunque de menor magnitud, este evento subrayó los riesgos inherentes a vivir bajo las imponentes montañas de la Cordillera Blanca.
En esta primera parte, se presentará como antecedente el evento de 1962 y se analizará cómo el contexto geológico influyó en el origen del deslizamiento de 1970. Además, nos centraremos en comprender la dinámica del deslizamiento inicial de este último evento y su comportamiento durante los primeros minutos de su trayectoria, apoyándonos en modelos numéricos para facilitar su comprensión.
Para lograr esto, nuestro estudio se guiará por los siguientes pasos fundamentales para modelar los flujos gravitacionales: (1) establecer una configuración apropiada de la fuente del deslizamiento, (2) emplear un modelo matemático que describa el movimiento, y (3) seleccionar un modelo digital de elevación que represente la topografía. Con estos elementos definidos, podremos finalmente presentar los resultados de la modelación y contrastarlos con lo reportado en estudios previos.
Un Aviso Ignorado: La historia antes de la tragedia
Antes de la devastadora avalancha de 1970, la región ya había sido testigo de un evento similar que dejó una huella imborrable. El 10 de enero de 1962, cerca de las 6:00 pm, el Nevado Huascarán dio la primera señal de alarma. Un colapso masivo de roca y hielo de aproximadamente 3 millones m³ (Evans, 2009) arrasó parcialmente la localidad de Ranrahirca, cobrando cerca de 4000 vidas. Este primer desastre fue una advertencia sobre la inestabilidad del Nevado y la peligrosa interacción entre los factores sísmicos y las condiciones geológicas únicas de la Cordillera Blanca.

"De cada desastre hay algo que aprender, comprenderlo es la mejor forma de estar preparados"


Este evento no fue un accidente fortuito, sino el resultado de un entorno geológico particularmente frágil. La falla normal de la Cordillera Blanca, una estructura tectónica activa de unos 210 km de largo y que marca el limite oeste de la Cordillera Blanca, afecta intensamente con diaclasamientos y foliaciones el macizo rocoso compuesto de granodiorita, haciéndolo propenso al colapso. Es por esto que el flanco occidental del pico norte del Nevado Huascarán se extiende subverticalmente desde los 6400 hasta los 5600 m.s.n.m., con una distancia vertical de 800 m y con una pendiente promedio de 75° similar a la orientación de las diaclasas generadas por dicha falla normal.

El evento de 1962 no solo dejó una profunda herida en la región, sino que también despertó el interés de geólogos e investigadores quienes advertían de otro posible deslizamiento en el área. Las características geológicas, como la presencia de la falla, la fragilidad del macizo rocoso y las empinadas pendientes del Huascarán, destacaron el potencial de esta área para generar nuevos deslizamientos peligrosos. Este episodio subrayó la necesidad de monitoreo continuo y estrategias de mitigación, aunque los esfuerzos en su momento fueron insuficientes para evitar una nueva tragedia.
El día que la montaña volvió a rugir
A las 15:23 (hora local) del domingo 31 de mayo de 1970, un terremoto magnitud 7.9 Mw sacudió la región de Áncash durante 45 segundos, generando un colapso masivo en la cara norte del Nevado Huascarán. Este deslizamiento compartió sorprendentes similitudes en su mecanismo con el evento de 1962. Sin embargo, la magnitud del colapso y el posterior flujo de detritos fueron significativamente mayores en 1970, lo que resultó en velocidades más altas y una destrucción mucho más extendida.
A lo largo de las décadas, múltiples estudios han analizado este evento, incluyendo trabajos de Ghiglino (1970), Lliboutry (1975), Plafker y Ericksen (1978), Erismann y Abele (2001), Evans (2007, 2009) y Mergili (2018). Estas investigaciones han sido clave para recopilar información relevante que permite reconstruir y modelar el proceso con precisión.
Uno de los primeros pasos fundamentales en la modelación de flujos gravitacionales es identificar la fuente de origen del deslizamiento y su volumen inicial, ya que estos factores influyen directamente en la trayectoria y dinámica del flujo.
¿Donde se originó el deslizamiento?
El evento comenzó con una avalancha de rocas y hielo glaciar que descendió rápidamente por la pendiente, alcanzando velocidades máximas superiores a 125 m/s durante la fase de caída y posterior desplazamiento sobre el Glaciar 511 (Erismann y Abele, 2001). La determinación exacta del punto de desprendimiento ha sido un desafío; sin embargo, el análisis de fotografías posteriores al evento ha permitido delimitar la zona de inicio del deslizamiento con mayor precisión.

Las mediciones indican que la masa inicial tenía un ancho aproximado de 350 m a lo largo de la cicatriz de desprendimiento, mientras que su espesor no superaba los 50 m en la parte superior de la cara, disminuyendo progresivamente hasta alcanzar un espesor nulo en la base de la falla (Evans, 2009).
¿Cuanto material se desprendió?
La magnitud del evento de 1970 no solo estuvo determinada por su velocidad y alcance, sino también por el volumen de material movilizado desde el pico norte del Huascarán. Estimar esta cantidad con precisión ha sido un desafío para los investigadores, quienes han utilizado diversas metodologías, desde observaciones de campo hasta modelaciones geoespaciales.
A continuación, se presentan las principales estimaciones realizadas por distintos autores:
- Ghiglino (1970) estima que la caída inicial tuvo un volumen total de 14 millones m³, el cual incluye 5 millones m³ de rocas y 9 millones m³ de hielo.
- Lliboutry (1975) estima un volumen inicial de 7 a 8 millones m³ de roca y 1 millón m³ de hielo, dando un total para el deslizamiento de 8 a 9 millones m³.
- Plafker and Ericksen (1978) estiman un volumen muy distinto a los estimados anteriormente, ya que asumen que el volumen total depositado (aproximadamente 50 millones m³), tuvo su origen en el pico norte del Nevado Huascarán y estiman que el volumen de hielo contenido en el desprendimiento es de 5 millones m³.
- Evans (2009) luego de analizar la información obtenida desde modelos digitales de terreno generados para su estudio, estimó un volumen inicial de roca de 6.5 millones m³ y 1 millón m³ de hielo, lo que da un total de 7.5 millones m³ de desprendimiento inicial desde el pico norte del Nevado Huascarán.
Para este estudio, hemos adoptado el volumen inicial reportado por Evans et al. (2009), ya que su análisis combina evidencia histórica con herramientas modernas, proporcionando una estimación sólida de 6.5 millones m³ de roca y 1 millón m³ de hielo. Este enfoque asegura la coherencia con estudios previos y permite representar de manera precisa las dinámicas del deslizamiento inicial.
Las ecuaciones detrás del movimiento
Otro paso importante en la configuración de nuestro modelo numérico, es la elección de las ecuaciones apropiadas que gobiernan el movimiento del flujo gravitacional y puedan predecir su dinámica.
El desprendimiento inicial de rocas y hielo, al desplazarse sobre el Glaciar 511, incorpora nuevo material, transformándose en un flujo de escombros compuesto por lodo, bloques de roca y hielo que se va derritiendo progresivamente. Estos flujos con un elevado contenido de sólidos (>65%), son altamente destructivos y presentan características mecánicas complejas y variables en el tiempo.
Se ha demostrado que estos flujos heterogéneos pueden modelarse adecuadamente considerando los comportamientos reológicos de sus fases sólida y líquida, así como las fuerzas de interacción entre ellas. Por esta razón, para representar la fase inicial del flujo (incluyendo el desprendimiento y su desplazamiento sobre el Glaciar 511), se han utilizado las ecuaciones de conservación de momentum y de masa promediada por profundidad (depth-averaged equations of mass), incorporando un parámetro de esfuerzo retardante constante (constant retarding stress). Esta metodología ha permitido obtener los resultados más precisos para avalanchas de rocas y flujos de escombros que recorren grandes distancias y que alcanzan velocidades cercanas a 100 m/s (Kelfoun, 2005), en concordancia con lo reportado en estudios previos para el deslizamiento de 1970.
Modelo digital de elevación
El último paso en la modelación de flujos gravitacionales es la selección de un modelo digital de elevación (DEM) que represente con precisión las características topográficas de la zona de interés. Para este estudio, utilizamos el DEM de 12.5 m de resolución de Alos Palsar, el cual es de libre acceso y proporciona una cobertura adecuada para nuestro análisis.

Este modelo abarca toda el área comprendida entre la cima del Nevado Huascarán y el valle del Río Santa, incluyendo las planicies donde se ubican las localidades de Yungay y Ranrahirca, con una extensión aproximada de 240 km².
Reviviendo la tragedia
Tras recopilar la información necesaria sobre la zona de origen del deslizamiento, su volumen y la topografía, es posible recrear con precisión el movimiento inicial de la avalancha de rocas y hielo. Esta reconstrucción se ajusta a lo observado y reportado en los estudios consultados (Plafker y Ericksen (1978), Erismann y Abele (2001), Evans (2007, 2009) y Mergili (2018)), considerando parámetros clave como las velocidades máximas y el material depositado, utilizados para calibrar el modelo.
El video anterior muestra la modelación numérica desarrollada por C&G Servicios Geológicos, para reconstruir el deslizamiento inicial que posteriormente sepultó Yungay en 1970. A través de esta simulación podemos dimensionar con claridad la magnitud del desastre: una masa inicial relativamente contenida que, al descender por la empinada ladera, se transforma en un flujo masivo, veloz y destructivo.

"Testigos presenciales informaron que la llegada del flujo fue precedida por una violenta ráfaga de viento"
En la siguiente parte de este artículo, exploraremos cómo este flujo de escombros evolucionó hasta convertirse en un flujo de lodo frío que terminará arrasando con Yungay y Ranrahirca. Analizaremos los resultados obtenidos, los contrastaremos con los registros históricos y discutiremos qué nos enseñó este caso sobre la gestión de riesgos para esta zona en la actualidad.
Bibliografía
- Erismann, T.H., Abele, G., 2001. Dynamics of rockslides and rockfalls. Springer, Berlin.
- Evans, S.; Fídel, L. & Zegarra, J. 2007. Los movimientos en masa de 1962 y 1970 en el nevado de Huascarán, valle del río Santa, Cordillera Blanca, Perú. En: Proyecto Multinacional Andino: Geociencias para las Comunidades Andinas. Movimientos en Masa en la Región Andina: Una guía para la evaluación de amenazas. Publicación Geológica Multinacional, n.4. Santiago: Servicio Nacional de Geología y Minería, pp. 386-404.
- Evans SG, Bishop NF, Fidel P Smoll L, Valderrama Murillo P, Delaney KB, Oliver-Smith A 2009. A re-examination of the mechanism and human impact of catastrophic mass flows originating on Nevado Huascarán, Cordillera Blanca, Peru in 1962 and 1970. Engineering Geology 108: 96-118.
- Ghiglino, A., L., 1970, Alud de Yungay y Ranrahirca del 31 de mayo de 1970: Revista Peruana de Andinismo y Glaciología, v. 9, p. 84–88.
- Kelfoun, K., & Druitt, T. H. 2005. Numerical modeling of the emplacement of Socompa rock avalanche, Chile. Journal of Geophysical Research, 110(B12)
- Mergili, M., Frank, B., Fischer, J., Huggel, C., & Pudasaini, S.P. 2018. Computational experiments on the 1962 and 1970 landslide events at Huascarán (Peru) with r.avaflow: Lessons learned for predictive mass flow simulations. Geomorphology.
- Lliboutry, L., 1975, La catastrophe de Yungay (Peru), Proceedings of Snow and Ice Symposium, Moscow, 1971: IAHS-AISH Publication, v. 104, p. 353–363.
- Plafker G, Ericksen GE 1978. Nevados Huascarán avalanches, Peru. In Voight B (ed), Rockslides and Avalanches, 1, Natural Phenomena – Developments in Geotechnical Engineering A: 277–314.
- Siame, L. L., M. Sébrier, O. Bellier, and D. Bourles, 2006. Can cosmic ray exposure dating reveal the normal faulting activity of the Cordillera Blanca Fault, Peru? Revista de la Asociación Geológica Argentina, 61(4), 536–544.